El viernes, el 18 de julio en el
año 2015, mi esposo, nuestro amigo Steve y yo fuimos a los cañones en Robbers
Roost cerca del pueblo Green River en Utah. Acampamos cerca de un río fresco
por la noche y por la mañana empezamos a bajar el cañón a las 11. Comenzamos
tarde y por eso, teníamos que darnos prisa para atravesar el cañón y llegar de
noche.
Hicimos tres rapeles en el cañón
y todo nos estábamos divirtiendo hasta que comenzó a llover un poco. En ese
momento, estábamos en la parte más angosta del cañón lo cual era peligroso si
llovía fuerte ya que podía crear una crecida. Entonces, encontramos un lugar
alto para esperar que parara la lluvia. Nos
quedamos allí solamente por treinta minutos y continuamos. El último rápel era muy grande. ¡La distancia era de cincuenta metros! Fue algo estremecedor.
Después del rápel, estábamos en el cañón
mayor y en ese momento, necesitábamos encontrar el camino de salida. Lo encontramos, pero fue más difícil de lo
que habíamos pensado. No pudimos salir
por allí. Por eso, tuvimos que encontrar
otro camino de salida. Lo buscamos por
unas horas y cuando nos dimos cuenta ya se estaba metiendo el sol. Nos dimos cuenta que teníamos que pasar la
noche en el cañón. Todavía teníamos agua
y comida lo cual nos daba seguridad, pero estábamos en riesgo de peligro en
caso de no ser capaces de encontrar una salida pronto en la mañana.
Por la noche, encendimos una
fogata y tratamos de dormir. Mantuvimos
la fogata encendida toda la noche para estar más tranquilos.
La noche pasó sin eventos y
cuando el día llegó, empezamos a buscar una salida. Teníamos mapas de los cañones y afortunadamente
encontramos otra salida. Nos tomó mucho
tiempo, pero comenzamos a subir el cañón.
A mitad de la salida, nuestro amigo Steve se sintió mal. En ese momento, teníamos solamente una
botella de agua para nosotros. Teníamos
mucha sed y Steve no podía moverse de prisa.
Luego, mi esposo se sintió mal y
nos dimos cuenta que estábamos en mucho peligro. Era necesario subir el cañón y pedir ayuda.
Después de un rato, nos tomamos
el resto del agua y tuvimos que dejar Steve en las sombras cerca de la cima del
cañón. Mi esposo y yo seguimos caminando buscando auxilio. Arriba del cañón, tratamos de llamar por
teléfono y de milagro, nos pudimos comunicar con alguien.
Después de una hora y media, encontramos un
camino y desde allí, faltaban seis millas para llegar a una granja. A las cinco de la tarde, el equipo de rescate
nos encontró muy cerca de la granja.
Moydie y yo estábamos muy agradecidos y tomamos mucha agua y Gatorade, pero
la pesadilla aún no terminaba. Teníamos
que ir en busca de Steve.
Una hora después, un helicóptero llegó y luego,
lo encontró.
Finalmente, estábamos a salvo.