A las 7:30 por la mañana del 17 de julio, mi
esposo y yo nos levantamos. Estaba muy
temprano para nosotros, porque era el verano y normalmente nos levantamos a las
9, pero esa mañana, íbamos a una aventura.
Después de levantarnos, desayunamos cereal, nos
arreglamos y empacamos. Salimos para el
aeropuerto a las 8:20 y entonces, llegamos al estacionamiento de carros a las
9. Pusimos nuestro carro allí y subimos
el autobús que iba a llevarnos al aeropuerto.
Cuando bajamos del autobús, les dimos nuestro equipaje a la aerolínea de
American y fuimos a la fila de seguridad.
Por suerte, no estuvimos en esa fila por mucho tiempo porque no había
nadie ahí.
Después
de pasar por seguridad, fuimos a la puerta de salida la cual se llamaba
D22. Estábamos temprano para el vuelo,
por eso nos sentamos y nos relajamos hasta que las 11:30 cuando subimos el
avión.
Este vuelo nos llevó a Dallas, Tejas y en el
avión no podía sentarme al lado de mi esposo porque no había más sillas juntas, lo cual era triste, pero sobreviví. En este vuelo, leí 16 páginas de mi libro,
Harry Potter y el prisionero de Azkaban y luego, miré la televisión porque
estaba transmitiendo mi programa favorito, Superstore.
Aterrizamos en Dallas a las 3:22 por la tarde y
sólo tuvimos una hora hasta que despegara el último vuelo a la ciudad de
Guatemala, por eso, comimos zanahorias y manzanas y llenamos nuestras botellas
de agua. Cuando estábamos en nuestras
sillas (yo estaba al lado de mi esposo esta vez), miré en mi reloj y me di
cuenta que estábamos saliendo tarde.
Temía que nuestro conductor en Guatemala se preocuparía. Pues, no podía hacer nada así que durante el
vuelo mi esposo y yo armamos un rompecabezas, jugamos Candy Crush en la computadora
y leímos. Leí 30 páginas más de Harry
Potter, mientras mi esposo leía un libro de Brandon Sanderson que se llamaba
Mitosis.
Tan pronto como bajamos del avión, encendí mi
celular para llamar el conductor. ¡Pero no
tuve servicio en mi celular ni el celular de mi esposo! En este momento, tratamos de darnos prisa
para encontrar nuestro conductor.
La cola de aduanas no era larga y pasamos por
ahí rápidamente, pero nuestro equipaje tomó mucho tiempo en llegar. Cuando tuvimos el equipaje, la otra cola de
seguridad era tan larga como una serpiente de la Amazonia. Por suerte, se abrió otra cola y pasamos
hasta que llegamos afuera del aeropuerto.
Estaba muy contenta para ver la calle con la chica llevando la señal que
decía “Casa Xelaju”. Cuando la vimos, la
señalé y ella nos guió a nuestro conductor.
Conocimos a Rocael, el conductor y subimos del
autobús. Tuvimos que parar en McDonald’s
porque Rocael, la chica, mi esposo y yo tuvimos hambre. Cenamos hamburguesas y pastelitos de
melocotón. Me encantaron los pastelitos
de melocotón.
Entonces, comenzamos el viaje de cuatro horas
por coche a la ciudad de Quetzaltenango.
Por las primeras dos horas, me quedé despierta por la novedad de estar en otro
país. Miré afuera de las ventanas viendo
todo. Vi muchos perros, mucha gente,
muchas casas, muchas empresas y un choque grave. En la tercera hora, me dormí. Después de levantarme, sólo nos quedaba 30
minutos más del camino y estábamos en las montañas con muchas curvas
peligrosas.
Al fin, llegamos al apartamento de la Casa Xelaju. Inmediatamente después de llegar, mi esposo y yo nos acostamos porque estábamos muy cansados por el gran viaje.
Al fin, llegamos al apartamento de la Casa Xelaju. Inmediatamente después de llegar, mi esposo y yo nos acostamos porque estábamos muy cansados por el gran viaje.
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